Tonterías

¿Quiere fascinar hablando? Cursos de oratoria de Rafael Cerro en rcerrom@gmail.com

Las palabras con más brillo son, en general, las más sencillas. Los vocablos alambicados, retorcidos o muy técnicos, generalmente, no aportan mucho al significado de la oración. Mark Twain dijo esto: “Si quieres que hable durante una hora, estoy listo hoy. Si quieres que hable durante unos minutos, necesitaré unas semanas para prepararme”. No era un farol: la sinopsis es la joya de la corona del arte de hablar. La ambición de Nietzsche era “… decir en diez frases lo que otros dicen en un libro”.

Una de las chorradas más extendidas es la archiconocida “A día de hoy”, que imagino que el gran Antonio Burgos consideraría que dimanaba del lenguaje ‘politiqués’ que él tanto había denunciado. El ‘politiqués’ es el sonido semiarticulado que debes regurgitar cuando quieres que todo suene grandilocuente… pero sin que nadie entienda nada, sin aportar significado a la conversación. “A día de hoy” es un chancro, una llaga, una úlcera crónica léxica que seguramente procede de raíz venérea. La turbamulta se lo oye decir a un diputado, copia y repite. Y queda encandilada: los que hablan encadenando esas cuatro palabras apestosas (“A día de hoy”) piensan que su discurso gana con ellas estética, peso y cimiento. Para demostrar lo contrario, generalmente basta con eliminarlas y comprobar que la oración no pierde un ápice de sentido. Otra huevonada similar, que incluso ha llegado a formar parte de títulos de libros es esa de “Breve tratado sobre la estupidez humana”. Claro: la estupidez solamente puede ser humana. Un ñandú puede parece idiota, pero no lo es. Solamente es un ñandú… con la conversación de un ñandú.

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